Con motivo de la visita al Instituto Cervantes de Estambul de los poetas Javier Vela (andaluz), Luis G. Tosar (gallego) y Helena Porteros Liroz (catalana), la sesión del Club de Lectura del pasado miércoles 24 de febrero estuvo dedicada por vez primera a la poesía. Juan Romero Luna, profesor del Instituto y coordinador de dicha sesión, propuso a los participantes la lectura de una selección de poemas de Javier Vela, Luis G. Tosar, Rafael Muñoz Zayas y Carlos Martínez Aguirre. La sorpresa del día fue poder contar con la presencia de Helena Porteros Liroz, quien reivindicó el carácter oral de la poesía, nos recitó algunos de sus poemas y con quien pudimos hablar de la creación poética en general y de la suya en particular… Queremos agradecer una vez más desde aquí a Helena su participación y cercanía, y os dejamos (e invitamos a comentar) la reflexión que Antonio Cuesta, uno de los miembros del Club, nos ha enviado a raíz de dicho encuentro.
Antonio Cuesta
En una de sus primeras conversaciones con Francis Cornish, el maestro y reputado experto en pintura Tancred Saraceni explica al joven estudiante que los artistas modernos pintan su visión interior, guiándose por sí mismos, “sin apoyarse en la religión ni en el mito y, lógicamente, lo que cada cual encuentra en su interior sólo es revelador para sí mismo”. [Lo que arraiga en el hueso, Robertson Davies]
Pocas veces se tiene la oportunidad de compartir un diálogo franco con un creador, para poder indagar acerca de la procedencia de sus temas, del origen de la llamada inspiración. Una de estas oportunidades la tuvimos durante la última sesión del club de lectura con la poeta catalana Helena Porteros. Y sí, entre otras muchas confesiones, explicó que la poesía actual se basa cada vez más en la visión interior del propio autor. Lo que unido a la elección de una gramática y una terminología en ocasiones rebuscada, constituyen un barrera en muchos casos infranqueable para el lector.
¿Es la poesía, entonces, una empresa sólo para iniciados, para un selecto grupo de elegidos? ¿Debe ser así?
El problema debe ser planteado más bien en otros términos. Durante siglos los mitos y la religión se han constituido en los mayores y más importantes productores de ideología, entendida ésta como el conjunto de ideas fundamentales que caracterizan el pensamiento de una colectividad en una determinada época. Y como explica Chesterton “lo malo de que los hombres hayan dejado de creer en Dios no es que ya no crean en nada, sino que están dispuestos a creer en cualquier cosa”. Lo malo de la modernidad para el arte es que elevó la razón y la ciencia a categoría doctrinaria, privando a los creadores del pilar ideológico. Pero la poesía no es ciencia, ni relata una verdad basada en principios racionales, por lo que abandonados los fundamentos ideológicos comunitarios (políticos, si se quiere, en el más amplio sentido del término) la expresión creativa se dota de una penetrante oscuridad para los no iniciados, siendo como es únicamente testimonio del yo personal del autor.
En este caso, la ideología dota de herramientas para la interpretación de la realidad por parte del conjunto de lectores. Carentes de esta ayuda ¿adónde nos deberemos de dirigir? ¿Al psicoanálisis?
Parafraseando a Chesterton, lo malo de que los poetas hayan dejado de creer en Dios no es que ya no crean en nada, sino que se ha vuelto inconfensable en qué creen. Y es el miedo a ese compromiso (un miedo no resuelto en una gran parte de los casos) lo que hace explícitamente oscura la obra de muchos poetas.
“El hombre moderno necesita desesperadamente creer en algo, tener algún valor inmarcesible”, sentencia Saraceni.
Mónica:
Me has tomado el término ‘ideología’ en el sentido más restrictivo, equiparándolo a política. Pero yo me refería al conjunto de creencias y de valores de una comunidad en su forma más extensa, donde por supuesto se encuentran las formas de amar y de relación con cuantos nos rodean, entre otros aspectos.
Al tiempo das por supuesto que los grandes temas ‘universales’ (la amistad, la belleza o la justicia) están presentes en la poesía actual, y eso es lo que yo pongo en duda. Creo que si la poesía se muere (o allí donde se muere) es debido a los ‘particularismos’ del autor, que le hacen hablar de él, de su mundo interior, en detrimento de lo que en otra época eran los valores dominantes de la sociedad. Cierto que en la actual no parecen estar de muy en boga principios como la sabiduría (conocimiento), el amor o la solidaridad, pero es a esto a lo que denomino compromiso, a la transmisión oral o escrita de relatos que fortalezcan esos valores, pues son los únicos que ayudan a mejorar la sociedad y a cuantos la componemos. Valores éstos fácilmente comprensibles para los lectores.
Lo contrario no es un «compromiso individual» -como dice Maria Jesús-, lo contrario es fortalecer una visión individualista que dificulta la comprensión o el sentido de la historia (poesía) y abona el camino a los contravalores dominantes como son el lucro, la competitividad, la desconfianza hacia el otro, la insolidaridad…
Si no son los artistas (creadores) los que llevan a cabo esa tarea ¿quién lo hará entonces? ¿o es que acaso no tiene mayor importancia que una tarea forjada tras miles de años de civilización desaparezca como un azucarillo en un vaso de agua?
Decía Platón que era preferible sufrir una injusticia que cometerla ¿cuántos honestamente están hoy dispuestos a ser consecuentes y llevar a término esta máxima?
Bueno, me temo que estoy bastante de acuerdo con Mónica. Y, parafraseando a dos personajes de cómic que me encantan, «yo aún diría más», no sólo no creo que no hay miedos en los autores modernos al compromiso (o, al menos, no más en ellos que en cualquier otra persona de este siglo), sino que me parece que el verdadero «tema» de cualquier escritor (tanto de prosa como de poesía) a lo largo de toda la Historia de la Literatura del mundo mundial (nueva cita, por cierto) es tan sólo «la vida» a secas. Tal vez es que empiezo a parecerme a mis estudiantes de tanto tiempo como ando con ellos y me voy minimalizando… El compromiso puede ser levantarse cada día e intentar sobrevivir, o vivir en una estupenda ignorancia de las cosas que pasan por el mundo, u olvidarse de que te duele la espalda… El compromiso es, sobre todo, individual antes que social (pero esa es mi opinión, claro, y yo no soy Platón).
Ayer Clara Sánchez dijo en la universidad una cosa que me parece muy adecuada: ella dijo que escribía sobre «gente y cosas normales» porque todos somos «normales» hasta que en un determinado momento nos pasan cosas y hacemos cosas que ya no se consideran «normales». Y es ahí donde empieza el mundo del escritor, que no es necesariamente sólo un mundo de ficción.
Bueno, creo que me he liado más de la cuenta…
En resumen: para mí la poesía debería ser igual de inteligible que la prosa pero con una musicalidad y una sensibilidad especiales. No sé por qué hay que buscarle más significados profundos a un poema que a un cuento, por poner un ejemplo. Ni entiendo a los poetas que creen que su trabajo debe ser sólo para un grupo de exquisitos. Pero es verdad que la poesía ha tenido, desde sus más antiguos origenes, una relación muy cercana con las religiones. Y ahora que las religiones ya no son lo que eran anda un poco ¿pérdida? Sin embargo, lo mismo pasó con el teatro (que nació como un espectáculo religioso) y no creo que nadie hoy en día piense que las obras de teatro deben ser sólo para una minoría.
En el Club de Lectura no pudimos leer con antelación poemas de Helena Porteros Liroz, al estar escritos en catalán. Pero Helena no sólo reivindica el carácter oral de la poesía, y quizá por eso es una excelente recitadora (como tuvimos ocasión de comprobar), sino también su dimensión política y reivindicativa, en su caso, además, fuertemente comprometida con la causa de la mujeres.
Quizá la suya sea una de las excepciones a la poesía ensimismada e individualista de la que hablan Antonio y Mónica.
Ana
Anto, creo que entenderte va a ser un poco difícil para algunos pero me parece interesante lo que dices. Y un poco polémico, ¡pero ese eres tú!
No estoy muy de acuerdo con el final. No creo que haya miedo al compromiso sino que no se siente la necesidad de hablar de política o ideologías. El único compromiso de los creadores es con ellos mismos, con lo que quieren contar. Pero creo que eso depende de esta época en la que vivimos donde ya no hay espacio para un Roque Dalton. Se habla de viajes, de encuentros con otras culturas, de amor… Creo que esos son los temas que interesan. Y bueno, impresionar también está de moda. Esto último lo veo más en la fotografía y en la pintura, sinceramente. No sé, no soy experta pero no veo miedos por ningún lado sino el reflejo de una sociedad diferente, donde el individualismo es lo normal.
Un beso
M