“Madre murió anoche,
madre, que nunca muere.
El invierno flotaba en el ambiente,
faltaban muchos meses
pero aun así flotaba en el ambiente. […]
(Louise GLÜCK, Noche fiel y virtuosa, traducción de Andrés Catalán, Visor Libros, 2021)
La novela de Karina Sainz Borgo habita en un territorio lleno de mujeres, “matriarcado total” dice la autora, en una denuncia consciente de la misoginia latente de la sociedad venezolana. Sin embargo, no queremos detenernos aquí en las referencias generales a lo femenino, sino adentrarnos en la figura de la madre o más bien deberíamos decir de las madres.
Ya desde la primera línea del libro aparece como protagonista involuntaria: “Enterramos a mi madre con sus cosas […]”. Es una heroína fallecida, sin presencia, casi shakespeareana, como el fantasma del padre de Hamlet, es como eso que tan bien se dice en la expresión “brillar por su ausencia”. Es una desaparición que hace brotar el relato, que desvela la verdad y que condiciona el transitar de la historia. Adelaida Falcón muere, pero Adelaida, la otra, la hija, vive. Vive en la pérdida de la madre, una madre que no es únicamente literal, sino, al mismo tiempo, metafórica. Es la patria perdida, una patria que la escritora no quiere nombrar: “siempre estaré escribiendo sobre Venezuela aunque nunca la nombre, porque realmente son las cosas que te duelen”. Un país innombrable y una época aparentemente acrónica, a pesar de que las referencias literales a Caracas y los hechos que allí suceden sean claramente documentables. Una búsqueda del reconocimiento en lo universal para manifestar el significado de la orfandad, la que se sufre cuando alguien debe abandonar su patria o cuando debemos despedirnos de nuestra madre muerta:
“Mirando aquel hueco de arcilla, pensé en una frase de Juan Gabriel Vásquez que leí en una de las galeradas que tuve que corregir unas semanas antes: <<Uno es del lugar donde están enterrados sus muertos>>.” (La hija de la española, p. 26).
El relato se mueve en esa búsqueda de lo que nos falta, de lo que hemos perdido, de esa identidad que nos hurtan, pero a la que, a la vez, no podemos renunciar. Y en un intento de universalizar la historia, Karina Sainz Borgo pretende confrontarnos a una visión de lo enajenado, de lo que nos ha sido arrebatado, equivalente al mismo suceso en diferentes tiempos y espacios: “el horror que se narra puede pertenecer a cualquier geografía en conflicto, y los seres humanos estamos hechos de lo mismo en todas partes donde se vea amenazada nuestra integridad.” (entrevista de Ainara Mantellini para Letra urbana : «La violencia, la mujer y la patria en La hija de la española » )
Ante los ojos de la protagonista se van sucediendo acontecimientos inhumanos, violaciones de los derechos más inalienables, expropiaciones, violencias, torturas, robos, saqueos, corrupción, … Y la autora se pregunta cómo se recupera alguien de esa experiencia. El recuerdo del suicido de Primo Levi tras haber sobrevivido al infierno de Auschwitz, tal y como Sainz Borgo ha manifestado en alguna entrevista, le lleva a reflexionar sobre su propio papel en la historia de su país.
Así, ante las angustias vividas por las manifestaciones de 2017 en Caracas, la autora venezolana hace consciente su vínculo indestructible con la historia de su patria: uno de sus primeros relatos habla de Enrique Bernardo Núñez, quien arrojó su novela La Galera de Tiberio al Hudson, aún a sabiendas de que era su mejor trabajo: “Y me dediqué a reconstruirlo, a buscarlo, hablé con los hijos, y finalmente la explicación que dan es que la novela estaba llena de erratas. ¿Qué te tiene que pasar para que no te puedas sobreponer de eso? Y que se convirtiera después en historiador.” . Y allí está el motor de su literatura, esa búsqueda de lo que hace de su nación un lugar que devora a todo aquel que quiere hacer algo, una encrucijada de violencia y belleza. Una madre que nos quiere, pero que nos abandona:
“Os he estado observando mucho tiempo,
puedo hablaros de la forma que me plazca…
Me he plegado a vuestros gustos, cuando miro con paciencia
las cosas que amáis, cuando hablo
tan solo con metáforas, y aludo
a detalles terrestres, tal y como preferís, […]”
(Louise GLÜCK, fragmento del poema “Mañana clara” incluido en El iris silvestre, traducción de Andrés Catalán, Visor Libros, 2021)
Como seguro que ya habéis avanzado en la lectura, sabréis que Adelaida Falcón no es la única madre importante en esta novela. Sí, hay otra madre redentora, salvadora, Julia, la española, la madre de Aurora Peralta, la hija de la española, quien a su vez se convierte en el salvoconducto de Adelaida. Esa madre también está ausente en el texto. Casa Peralta, el restaurante que regenta, es la casa del exiliado, de aquellos que en otro momento de la historia también se vieron obligados a emigrar para sobrevivir a un conflicto y que, como Adelaida, necesitaron reconstruir su historia. Así, Aurora, la hija de Julia actúa como vaso comunicante de la experiencia del desarraigo aportando sus cenizas, su cuerpo, su dinero y su identidad para que otra mujer, su vecina expulsada de su propia casa, pueda construir en ese país que Julia tuvo que abandonar muchos años antes su propia Casa Falcón.
“Cuando llegamos al cementerio, ya estaba abierto el hoyo con dos fosas. Una para ella, otra para mí.” (La hija de la española, p. 26).
Para finalizar esta entrada os dejamos una entrevista del periodista Moisés Naím con la autora. No os la perdáis porque nos da muchas pistas de lectura:
Sin duda, los comentarios que estáis haciendo a las diferentes entradas del blog están enriqueciendo las lecturas de todos. ¿Qué pensáis del papel de las madres en la novela? ¿Creéis que estamos ante una historia universal? Esperamos vuestras opiniones.
Es curioso cómo la lectura de La hija de la española se hace cada día más actual en un mundo convulso e inestable para la humanidad
En la novela de Karina Sainz Borgo asistimos con detalle al grado de corrupción al que conducen los ideales del chavismo: “Aunque La hija de la española posee pocas páginas, logra agrupar todos los odios, perversiones, tragedias y el deterioro de la calidad de vida de todos los seres que viven atrapados en el país. Todos estos terribles acontecimientos están condensados en apenas unos meses que es donde se ambienta la novela, mostrándolos no solo en su presente, sino también en vistazos de su pasado.” (LA HIJA DE LA ESPAÑOLA, EL DESARRAIGO ES EL PROTAGONISTA (resumiendolo.com))
Probablemente, desde la distancia a todos se nos haga difícil asumir la situación de deterioro de un país con la suficiente riqueza natural y humana como para ser uno de los más prósperos del continente americano. Sin embargo, Karina Sainz Borgo se posiciona a través del personaje de Adelaida Falcón en la piel de una clase media venezolana que, poco a poco, fue sufriendo las consecuencias de un régimen que entre sus pretensiones estaba, paradójicamente, la búsqueda de la igualdad social. Parafraseando al Vargas Llosa de Conversación en la catedral, podemos preguntarnos ¿cuándo se comenzó a joder Venezuela?
Ya hemos visto en una entrada anterior de nuestro blog cómo se produjo la llegada del chavismo al poder y las consecuencias de la instauración del régimen del Comandante. La novela radiografía con detalle todas las perversiones a las que ha conducido un sistema de gobierno en el que sólo se atiende a la visión maniquea del conmigo o contra mí. “Es imposible saber hacia dónde evolucionarán las cosas, pero el apretado balance del chavismo […] deja en evidencia las líneas matrices de la historia venezolana de la que forma parte: el petróleo y el capitalismo rentístico que no se ha querido o podido superar”, afirmaba Tomás Straka en abril de 2019.
En estos días asistimos a una nueva vuelta de tuerca de esta idea clientelar en un país como Venezuela que sigue contando con uno de los mayores bienes del capitalismo mundial: el petróleo, la energía. En esta crisis sin precedentes que nos acecha y amenaza con hacernos desaparecer, Venezuela vuelve a acaparar los focos: las reuniones de la administración Biden y el posterior encuentro entre Delcy Rodríguez, vicepresidenta del gobierno venezolano, y el ministro de exteriores ruso nos hacen leer este libro con otras antenas, con intereses diferentes.
Vivimos momentos en los que quizás todos nos pongamos en la piel de Adelaida: “Mi obligación era sobrevivir”(p. 171). Pero para sobrevivir ya sólo nos quepa, como a la protagonista, renunciar a nuestra propia identidad, lo cual, como señala Fernando Aramburu, el autor de Patria, “parece a todas luces preferible a perder la vida”. Y Aramburu ahonda en la herida con toda la contundencia del lenguaje: “El siglo XX europeo y asiático abundó en este tipo de construcciones tiránicas de base colectivista y, consecuentemente, en cronistas que las describieron desde el conocimiento inmediato y la disidencia, casi siempre corriendo graves riesgos.”. Parece que el siglo XXI quiere hacer espejo de esta idea sólo que con el agravante de que ahora tenemos la capacidad no sólo de que el espejo salte en mil pedazos, sino de que ya no exista imagen que devolver.
Asistimos a una época que reclama de nosotros pocas ambigüedades, porque entre otras cosas lo que está en juego es nuestra propia identidad, la libertad de seguir disponiendo individual y colectivamente de nuestra propia vida, de nuestros derechos y los de nuestros conciudadanos. Quizás, por eso, hoy más que nunca sea necesario atender al espíritu de Marx y no a esa versión tópica y estereotipada de un pensamiento que se hace tan actual como la relectura de sus manifestaciones. En el prólogo del libro El orden de “El Capital”, de los pensadores Luis Alegre y Carlos Fernández Liria, el también filósofo Santiago Alba Rico afirma que “si hay algo que el capitalismo convierte en imposible es precisamente el proyecto político de la Ilustración, lo que solemos expresar bajo la idea de una democracia en ‘Estado de derecho’ o bajo el imperio de la ley”. Como afirma Lucas Manuel Villasenin en la crítica del libro de Fernández Liria y Alegre, “Según los filósofos españoles,<<para Marx es imposible deducir el capitalismo de los conceptos de libertad, igualdad y propiedad>>. Los autores pretenden hacer una lectura de la obra marxiana desde un diálogo desprendido de prejuicios con el pensamiento kantiano y con el conjunto de la filosofía política de la modernidad.”.
Por todo esto, es interesante leer la novela desde diferentes perspectivas que nos permitan forjar un pensamiento crítico ante lo que leemos y ante lo que estamos viviendo:
Estamos seguros de que Adelaida no tuvo ni siquiera la oportunidad de reflexionar en esta complejidad, pero sin duda su vida discurrió condicionada por esta perspectiva.
Lectoras, lectores: ¿Cómo estáis leyendo la novela? ¿Os interesa el punto de vista más político o sentís más atracción por las peripecias de la protagonista? Y hay una pregunta que subyace a esta entrada sobre la que tal vez sea interesante reflexionar: ¿cuál es el grado de relación entre lo literario y lo político?
“Enterramos a mi madre con sus cosas: el vestido azul, los zapatos negros sin cuñas y las gafas multifocales. No podíamos despedirnos de otra manera. No podíamos borrar de su gesto aquellas prendas. Habría sido como devolverla incompleta a la tierra.”
Así comienza “La hija de la española”, la novela de Karina Sainz Borgo que abre esta nueva edición de nuestro Club de lectura dedicado en esta ocasión a la memoria del siglo XX. En esta novela el recuerdo viaja hasta Venezuela: Adelaida Falcón es una maestra que muere tras muchos años de enfermedad. Su hija Adelaida, con treinta y ocho años, se encuentra sola en una ciudad, Caracas, donde reina la violencia. Días después del entierro descubre que su casa ha sido tomada por un grupo de mujeres a las órdenes de la Mariscala. Es entonces cuando llama buscando explicación y ayuda a la puerta de su vecina, Aurora Peralta, a la que todos llaman “la hija de la española” y que, desgraciadamente, también ha muerto.
La novela cuenta la historia de Adelaida, quien tras el fallecimiento de su madre se ve sola y sin pertenencias en la Venezuela chavista-madurista: “El mundo, tal y como lo conocía, había comenzado a desmoronarse”. Ella era hija única, sin familia, y se ve poco a poco hundida en una sociedad en la que se han ido acumulando toda clase de males en los veinte años de dominio político de Hugo Chávez y su heredero en el poder, Nicolás Maduro.
Escuchemos la opinión de la autora:
La novela quiere prestar testimonio del deterioro de la calidad de vida de todas las personas que viven atrapadas en la Venezuela chavista y, desde ese punto de vista, tiene un claro posicionamiento ideológico. Como se afirma en una de las frases de la obra: “la gente enfermaba y moría tan rápido como perdía el juicio”.
Según Karina Sainz Borgo, la recepción de la obra y de su contenido fue muy diferente en función de la nacionalidad de los lectores: los latinoamericanos necesitaban pocas explicaciones, entendían perfectamente lo que la novela narra; en Estados Unidos existía una curiosidad por comprender bien el fenómeno político; en Italia, los lectores se concentraron en la relación madre-hija. ¿Y en España? Para la autora, en España hay mucho escepticismo hacia lo que ha ocurrido y está ocurriendo en Venezuela.
Esta paradoja se pone de manifiesto en las críticas del libro: Carlos Pardo en El País, aún incidiendo en su valía, la califica de propagandística: “Porque La hija de la española es una obra de propaganda, y la aguerrida toma de partido lastra esta interesante primera novela”. Sin embargo, para Pilar Castro, en El Cultural es “una novela que reúne documentación y rigor, no exento de emoción, sobre esa ficción que trata de un país querido y temido por cargar a cuestas con un régimen totalitario que lo ha roto.”.
En esta entrega del blog, nos gustaría que reflexionáramos precisamente sobre la recepción de la novela y de los hechos históricos que rememora. Será interesante contrastar nuestros propios puntos de vista con la autora y descubrir cómo se lee La hija de la española desde Tetuán, desde Estambul, desde Chicago o desde Bruselas. De momento, para situarnos os dejamos este breve reportaje de cómo se desarrollaron los acontecimientos (pensad en los ecos en nuestro presente):
Animaos a participar en el blog, contadnos vuestras impresiones sobre la lectura, qué os parece la novela, ¿estáis de acuerdo con la posición de Karina? Ahora sois vosotros los que tenéis la palabra.
Empezamos la primera lectura de la segunda edición del club virtual 4 Lecturas, 4 Continentes, organizado desde las bibliotecas del Instituto Cervantes de Bruselas, Estambul, Tetuán y Chicago. Tras el éxito de la primera edición, dedicada a la novela negra, en esta ocasión el tema del club será la memoria del siglo XX. Esta nueva andadura la iniciamos con la escritora Karina Sainz Borgo y su aclamada novela La hija de la española, una novela que entremezcla realidad y ficción al mismo tiempo que nos cuenta una época de la Venezuela del s. XX muy reciente.
La hija de la española se desarrolla en Venezuela, es el retrato de una mujer que escapa a todos los estereotipos enfrentada a una situación extrema. Ayuda a entender el drama de una sociedad en la que el hambre desata la larga lista de odios y de miedos en el país, y el que ha hecho que la gente se descubra deseando el mal al inocente y al verdugo. Novela de carácter intimista y con una fuerza expresiva extraordinaria.
Karina Sainz Borgo nació en una Caracas de 1982, cuando todo estaba a punto de incendiarse. Abandonó su ciudad natal con veinticuatro años para viajar a España cuando la situación en Venezuela se hizo insostenible. Es escritora y periodista especializada en temas culturales en Vozpópuli.com, Zenda y Onda Cero. Ha publicado los libros de periodismo Caracas hip-hop (Caracas, 2007) y Tráfico y Guaire. El país y sus intelectuales (Caracas, 2007) y el blog Crónicas Barbitúricas, hasta 2018. Su relato Tijeras fue publicado por la prestigiosa revista Granta. En palabras de la autora: “escribir es una manera de entender lo que está ocurriendo.”. Así nos lo muestra en sus libros. Su primera novela, La hija de la española (Lumen, 2019) es un fenómeno editorial sin precedentes, aclamada por la crítica y los lectores. Traducido en veintiséis idiomas y considerado uno de los mejores libros el año por NPR (National Public Radio, servicio de radiodifusión pública de Estados Unidos) y por Time. Karina Sainz Borgo fue escogida como una de las cien personas más creativas en las revista Forbes. El Tercer País (Lumen, 2021) es su última novela. Junto a autores como Keila Vall de la Ville, Rodrigo Blanco Calderón, Michelle Roche Rodríguez o Camilo Pino, forma parte de lo que la crítica ha denominado la «literatura de la diáspora» o del «éxodo».
El debate sobre esta excelente novela se llevará a cabo del 4 al 25 de marzo en este mismo blog, esperamos vuestros comentarios y opiniones tal como vayáis avanzando en la lectura. El sábado 26 de marzo, a las 17 horas tendrá lugar el encuentro con Karina Sainz Borgo en la plataforma Zoom y con la moderación de Ángel Hernando. Una oportunidad única para dialogar con el escritor y poder comentar detalles de la novela y de su trayectoria literaria.
“Si abrís las piedras negras
brota la luz.
Si abrís la luz, brotan cuchillos
negros.” (Antonio Colinas, Toledo)
Versos de Antonio Colinas para abrir un libro, para dar luz a una creación, la de Fuentes, la de Tusquets, los libros de cubiertas negras, como las piedras del relato, que al separarlas van mostrando universos que duelen, que sangran y que en su aparecer descubren las heridas y los cuchillos que las provocan.
Muchos son los contextos que envuelven Piedras negras. En la anterior entrada del blog caminamos por el de los niños robados, ese limbo legal que alumbra la pesquisa de Cupido:
“Había una ley del siglo XIX que no se derogó hasta marzo de 2011 y que decía literalmente que un niño no sería considerado persona jurídica hasta que no llevase 24 horas completamente desprendido del vientre materno. Era terrible, porque si alguien robaba un niño en las primeras 24 horas, como no tenía condición jurídica, todavía no había delito.” (Entrevista de Fernando Díaz de Quijano a Eugenio Fuentes en El Cultural, 2019).
Y de esta impunidad, la negrura del tiempo, ese agujero que atravesaba todo el siglo XX para imponerse como relato: el que regía las leyes y la vida de los españoles -¡hasta el 2011!-, pero también el que comunica a Marta Medina Ortiz con Ricardo Cupido a través de ese viajero inopinado llamado Alejandro Garcilaso.
Es ese condicionante temporal el que hace que aparezcan otros contextos: 60 años después, el personaje de Si mañana muero cumple, desgraciadamente, esa hipótesis, y nos sitúa en el año 2004, un año en el que en España (y en el mundo, de manera comunicante) tuvieron lugar una serie de hechos que todavía hoy muestran sus restos.
Pásalo: un atentado, un bulo, y Zuckerberg todavía no estaba allí
El 11 de marzo de 2004 se produjo un atentado terrible en unos trenes en Madrid y murió mucha gente, casi 200 personas, y hubo miles de heridos. Fue reivindicado por Al Qaeda, que llevaba ya mucho tiempo instalada en España. Muchas agencias internacionales habían avisado de la posibilidad de que pudiera suceder algo parecido. En principio, se apuntaba a ETA, incluso con declaraciones por parte del gobierno. Podría haber sido así, pero no estaba muy claro…, así que, como había elecciones generales esa misma semana, el gobierno conservador quería disimular, ya que le venía muy bien que la responsabilidad fuera de ETA. Además, había habido muchas manifestaciones contra el apoyo de España a la guerra de Irak. El gobierno tenía miedo de que se relacionaran lo ocurrido con esa participación. En contra de la postura oficial muchos medios internacionales ya estaban informando sobre la realidad de los hechos.
Probablemente, el nacimiento de las redes sociales como medio de información y movilización de los ciudadanos se produjo en España tras los atentados de Madrid. Según una nota de prensa en la que la UC3M [Universidad Carlos III de Madrid] informa de la publicación de un estudio, el 11-M generó en la ciudadanía «una duda acerca de lo que cuentan los medios de comunicación tradicionales».
Ante la «incongruencia» entre lo que contaban los medios españoles y los extranjeros con respecto a los atentados, y al «desconfiar de las versiones oficiales», la gente buscó en Internet «información alternativa» en medios no tradicionales, explica la investigadora [Eva Herrero, del departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la UC3M].
Herrero dice que la respuesta a esa inquietud se tradujo en «una convocatoria mediante SMS (mensajes de texto telefónicos) para pedir explicaciones a los políticos» y que a partir de entonces la ciudadanía generó «una agenda alternativa fuera de las redacciones».
La utilización de las redes sociales por la ciudadanía, según Herrero, generó la «capacidad» de «alterar las rutinas periodísticas» tradicionales hasta el punto de que, hoy por hoy, las redes sociales son una herramienta de trabajo habitual para el 90% de los periodistas.” (noticia de la agencia EFE, del 9 de marzo de 2015, publicada en eldiario.es)
Para cuando los atentados tuvieron lugar, Facebook acababa de nacer, pero su implantación fuera de Estados Unidos todavía no se había producido.
Un giro en la trama
Cupido se tumba en la cama de su hotel -p. 153 de la edición de Tusquets de Piedras negras-, ya ha descubierto el paradero del niño desaparecido y la práctica imposibilidad de demostrar los hechos sin que Garcilaso lo reconozca. Ha dejado a Marthe en la intimidad del encuentro con Luis Medina y mientras tanto él rememora cómo vivió los atentados de Madrid mientras en la tele todavía se emiten programas “condolientes o conspiranoides”:
“Dos meses y medio antes, él estaba en Madrid buscando a una chica que había escapado de casa, y el 11 de marzo había asistido espantado a todo lo que ocurría […] En su oficio había visto a todo tipo de gente dañina, a hombres y mujeres que mataban por celos o venganza o despecho, o para ocultar sus secretos y debilidades, o para ampliar su poder, o por un dinero que no necesitaban, por dominar los circuitos del comprar y el vender; había conocido a hombres crueles y obtusos que apaleaban a mujeres mil veces más valiosas e inteligentes que ellos, y a hombres nobles destrozados por mujeres que no los merecían. Pero la devastación que entonces vio en las pantallas superaba toda su experiencia, casi la volvía banal…” (Piedras negras, pp. 153-154).
Un párrafo lleno de la oscuridad del detective, que acaba en esa rememoración del concepto de “banalidad del mal”, acuñado por la filósofa alemana Hannah Arendt en su libro Eichmann en Jerusalén, con motivo del juicio contra Adolf Eichmann por genocidio contra el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial. Fuentes remata “el mal tal vez fuera banal para los verdugos, pero nunca lo era para las víctimas”.
Y a la tristeza de las imágenes, Cupido une la frustración por el fracaso de la investigación: “Marthe había decidido no seguir adelante y él no era más que un detective privado.”
Pero el teléfono sueña y los caminos se amplían.
¿Qué os ha parecido este cambio en la historia? ¿Os lo esperabais? ¿Qué os parece cómo Fuentes es capaz de mantener la tensión del lector? ¿Cómo valoráis la capacidad del autor para introducir a sus personajes de manera natural en el trascurrir de los hechos históricos?
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