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Blog del Instituto Cervantes de Estambul

Biblioteca Álvaro Mutis

Haskoy

Eran los primeros días de 1923, en los últimos compases de la Guerra de Independencia Turca (1919-1923), cuando el acorazado Jaime I se posicionó frente a la costa de Estambul con el objetivo de cuidar los intereses de España en el país. Los barqueros de Haskoy, tras acercarse a la tripulación del Jaime I para charlar y hacer negocios, al retornar a tierra comentarían que había arribado a la capital «un barco de judíos sefardíes».

Orilla de Haskoy. Foto de Wikipicture.

Durante años, y debido a la gran cantidad de población sefardí, el barrio de Haskoy sería también conocido como Yahud Hani («casas judías» en turco); sin embargo, en los primeros 100 años de existencia apenas había en la zona 515 hogares judíos, 1/3 que Balat, en la otra orilla del Cuerno de Oro. Entonces pertenecía a la minoría sefardí ilustrada, teniendo allí residencia el medico del sultán Moshe Hamon y estando la sede de la primera imprenta de Estambul.

El terrible incendio de 1660, que redujo a cenizas 280.000 hogares de Estambul en poco más de dos días, supuso un notable engrandecimiento de la comunidad judía de Haskoy, alcanzando un total de 20.000 habitantes. Así el panorama social del barrio se transformó, acogiendo personas de las clases baja y media; también supuso la creación en 1715 de un sindicato de barqueros. Cami Alti se convirtió en el centro de la vida judía (compartida con los karaitas) y de áreas como «el mahallem de los borones» se decía que uno podía recorrerlo pasando por los tejados judíos.

En Haskoy se produjeron los primeros conflictos sefardíes entre los representantes de la modernidad laica y los defensores del orden religioso tradicional con la excusa de la fundación de la Escuela Judía (1854), requiriendo la intervención del sultán para que el conflicto no fuera a mayores. A comienzos del siglo XX se convirtió en el barrio judío más poblado de Estambul, encendiéndose por ello una rivalidad con sus vecinos de la otra orilla, y popularizándose dichas como «Haskoylu mansevo, Balalti pasika» («el de Haskoy es joven, y el de Balat viejo»).  Actualmente y siguiendo la pista de las clases bien estantes, buena parte de la comunidad sefardí se trasladaría a los barrios del norte de Galata.

Propuesta de itinerario por el barrio de Haskoy.

Vida diaria

Para entender la vida social de un sefardí en Estambul, es importante que tengamos en cuenta que la mayoría no solo tenía poco contacto con el resto de comunidades, sino que solía tratar exclusivamente con miembros de su congregación. Estas se habrían formado originalmente por procedencia geográfica (Soria o Aragón, por ejemplo) en torno a un kaal (denominación de sinagoga); adaptándose al barrio de Estambul donde vivían para el siglo XVII. En estas congregaciones y hasta muy recientemente, todos los vecinos se conocían por nombre y apellido.

Antes de abandonar la península ibérica los sefardíes habrían empleado el mismo sistema que los árabes para identificarse, por ejemplo, Yakub ibn Abraham (es decir Yakub hijo de Abraham); en el Imperio Otomano comenzarían a utilizar denominaciones geográficas para apellidarse (como Salamanca). Una costumbre que si se ha mantenido con cierta fuerza hasta nuestros días es la de transmitir el nombre del abuelo al nieto. Las familias se formaban muy pronto (la chica entre los 8-12 y el chico en los 13-16 años) y, aunque solían estructurarse como una familia nuclear bajo un solo techo, lo habitual es que los parientes vivieran en las casas contiguas.

Los sefardíes también tenian puestos en el
Gran Bazar de Estambul.

Las visitas a los baños públicos el viernes, y el día siguiente a la sinagoga para celebrar el Shabat, eran las mayores ocasiones sociales dentro de la comunidad. Los hombres que tuvieran un puesto en la Corte, fueran barqueros o tuvieran puestos comerciales en el Gran Bazar tenían la oportunidad de trabar un contacto regular con miembros de fuera de la comunidad, aunque lo habitual era que este se redujera a los clientes del mismo kaal.

Para las mujeres había pocas ocasiones de hacer vida fuera del hogar, encargándose del cuidado de los niños y la cocina, por lo que hasta muy recientemente las familias no trataban de darles una educación; de ahí que el confinamiento de ellas fuera instrumental para mantener vivo el uso del ladino en las familias. Fue a partir de la Primera Guerra Mundial que en sitios como la Compañía Tabacalera de Estambul comenzaran ellas a ganar un sueldo y que con los años incluso pudieran delegar las tareas del hogar en profesionales ajenas a la comunidad.

La mujer sefardí fue fundamental para la
supervivencia del ladino.

Los impuestos

En el decreto del sultán Solimán contra la persecución a judíos de 1530, la razón principal que lo justifica es el pago de impuestos, de ahí que, por la seguridad de la comunidad, los sefardíes de Estambul no hubieran tardado demasiado en llegar a un acuerdo con los judíos romaniotes y crear una estructura federativa para gestionar el tema (inspirada en el «Reglamento de los judíos de Castilla» de 1432).

Mientras los rabinos se ocupaban de las cuestiones religiosas, el Consejo ejecutivo (o laico) censaba cada congregación, repartía los pagos y se los entregaban al sultán a través del kahya (a menudo un sefardí a pesar de verse uno de ellos ya en 1518 acusado de corrupción). Dado que pagaban por congregación, las autoridades locales hacían lo posible para que sus miembros no se trasladaran a otros lares.

En el siglo XVII cada hogar judío de Estambul contribuía con 660 aspros a través del Consejo, unas cifras que no llegaron a asfixiarlos como si sucedió en otras ciudades, pero que, al atrasarse los pagos por parte de los sectores más desfavorecidos de la comunidad, contribuyó a que paulatinamente una minoría sefardí acaudalada monopolizara la gestión del Consejo ejecutivo.

Además de las contribuciones obligatorias al Estado otomano (fueran ordinarias o extraordinarias), la comunidad sefardí desarrolló fundaciones para apoyar económicamente a los desfavorecidos de la hermandad de barqueros (1715) y de emigrados a Jerusalén (1726). La formación de la República turca terminó por igualar impositivamente a los súbditos musulmanes y judíos con la excepción del nefasto impuesto virlik (1942-1945) que supuso el 5% de los ingresos mensuales para los primeros y del 179% para los segundos.

La protección otomana dependía fundamentalmente
del pago regular de impuestos.

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