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Blog del Instituto Cervantes de Estambul

Biblioteca Álvaro Mutis

La resistencia en la naturaleza amarilla

El 4 de marzo de 2024 en 4 Lecturas 4 Continentes por | Sin comentarios

El óxido se posó en mi lengua como el sabor de una desaparición.

El olvido entró en mi lengua y no tuve otra conducta que el olvido,

y no acepté otro valor que la imposibilidad.

Como un barco calcificado en un país del que se ha retirado el mar,

escuché la rendición de mis huesos depositándose en el descanso;

escuché la huida de los insectos y la retracción de la sombra al ingresar en lo que quedaba de mí;

escuché hasta que la verdad dejó de existir en el espacio y en mi espíritu,

y no pude resistir la perfección del silencio. […]

“Descripción de la mentira”, poema de Antonio Gamoneda

Poesía del silencio, Jaume Plensa

La influencia de la poesía de Antonio Gamoneda en la literatura de Julio Llamazares nos puede ayudar a conocer mejor al novelista y su obra. A pesar de que el segundo quisiera matizar su interpretación únicamente en clave política de este poema, es necesario transitar por esa vereda al intentar discernir todos los significados de nuestra novela.

La lectura de La lluvia amarilla no puede evitar hacerse desde el recuerdo de toda una serie de sucesos que componen la historia del territorio, del espacio físico que ocupa Ainielle, pero también de aquellos otros lugares que fueron ocultados bajo las aguas, como Vegamián, el pueblo donde en 1955 nació Julio Llamazares y que fue cubierto por la construcción de un embalse. El escritor nos lo cuenta junto con el testimonio de otros habitantes en este capítulo de la serie documental Hundidos:

La naturaleza en esta novela es imagen literal e imagen simbólica, así debemos entender que el olvido en el que el agua sumergió parajes, pueblos y habitantes es evocación de otra ocultación, otra desaparición que buscó la invisibilidad tanto de Andrés, Sabina y todos sus vecinos como de una buena parte de la población española que sufrió las consecuencias de los vencidos:

“El régimen franquista presentó la victoria en la guerra civil como la salvación de España, el hecho que impidió que el país se convirtiera en una colonia soviética. Fue la victoria de la fe y las tradiciones frente al materialismo y la anti-España. Aunque los discursos oficiales insistían en que la victoria se administró en beneficio de todos los españoles, sobre los vencidos cayó la represión y el olvido.” (José Antonio LLERA, “Memoria, duelo y melancolía en La lluvia amarilla de Julio Llamazares”, en Revista de Literatura, 2019, vol. LXXXI, n.º 162, 533-548, ISSN: 0034-849X https://doi.org/10.3989/revliteratura.2019.02.021).

Pasados los años, algunos de estos pueblos sepultados por la losa del agua o por la del abandono y destrucción fueron reapareciendo, así en los años 80 Llamazares pudo volver a recorrer los caminos de Vegamián cuando tras una inspección técnica se decidió vaciar el pantano. Este momento coincidió con el rodaje de El filandón (1985), la película de José María Martín Sarmiento, basada una parte de ella en el cuento de Llamazares, “Retrato de bañista”:

Años antes, el autor había escrito un artículo, “Volverás a Región”, incluido en el libro En Babia, en el que homenajeaba a todos estos pueblos que habían sufrido las mismas consecuencias que el suyo:

“Como un pueblo maldito, arrojado de la tierra donde durante siglos vivieran sus abuelos y sus padres, aquellos campesinos montañeses tomaron el camino que habría de llevarlos a lejanas ciudades, desconocidas muchas veces, donde poder fundar un nuevo hogar y encontrar un nuevo puesto de trabajo: ajena a sus temores y problemas, la vida seguía rodando normalmente. Lo que ya nunca podrían encontrar sería aquella paz rural perdida y el remedio a una nostalgia que, lejos de extinguirse con los años, se acentúa y agranda.”

El ingeniero que proyectó aquel embalse de Vegamián fue Juan Benet, quien mientras dedicaba las mañanas a dibujar el futuro de la presa en las tardes escribiría la novela Volverás a Región, una de las cumbres de la renovación de la literatura en español, reflexión sobre la naturaleza y veladura, como la del autor leonés, de una región en la que era muy difícil vivir y transitar.

Aquellos planes hidráulicos que se divulgaban desde la propaganda franquista como un medio de enriquecer y beneficiar a los habitantes de esos pueblos no era otra cosa que un proceso de transformación de consecuencias poderosas: “Llamazares ha insistido en que la construcción de la presa fue un genocidio cultural y demográfico. Y añade al contemplar el paisaje de su infancia: «Impresiona verlo. Yo he conocido algunas personas de éstas que todavía viven y todavía siguen como fuera del mundo. La mayoría volvieron a emprender otra vida, pero nunca dejaron la vida anterior, ni nunca olvidaron, ni nunca se acostumbraron, porque lo que les ocurrió es muy duro». (citado por José Antonio LLERA). Finalmente, el interés era, sobre todo, económico, tal y como afirma Llera: “el salario del sector secundario urbano reemplaza el sistema autosuficiente de las casas, en las que casi no circulaba el dinero y solo en ocasiones se recurría al trueque.”

La senda amarilla Oliván-Ainielle transcurrirá por senderos renovados. Ayto. Biescas

Llamazares conoce Ainielle en un viaje por el Pirineo aragonés en la primavera de 1986. Uno de sus acompañantes en el viaje es un libro de Enrique Satué, El Pirineo abandonado (1984), que le sirve como base documental para conocer el paisaje geográfico y humano. El libro había sido concebido con el carácter didáctico de explicar a los niños cómo se vivía en algunos pueblos aragoneses. Dentro del libro hay dos relatos que son fuente de inspiración para La lluvia amarilla. El primero es “La última casa”, en el que “el pastor Adrián de Casa Lucas, antes de marcharse del pueblo para siempre, desgrana los motivos del éxodo y la desaparición de un modo de vida ancestral que había contribuido a afianzar una identidad colectiva” (Llera). El segundo quizá es más significativo, ya que narra la historia del pastor Joselón de Ferrara, quien se niega a marcharse del pueblo y de quien se afirma que habla solo. Este personaje en el libro de Satué está inspirado en José de Casa Rufo, personaje real, que fue el último habitante de Ainielle, hasta que sus familiares le convencieron para que abandonara el pueblo en 1971. Los paralelismos con el protagonista de La lluvia amarilla son manifiestos. Recorramos de nuevo esos lugares abandonados de la mano del fotógrafo José Manuel Navia y de su proyecto Alma tierra:

Alma tierra, de José Manuel Navia. Presentación de la exposición

Detengámonos en el significado oculto que parece recorrer la novela más allá del alegato en favor de la naturaleza, de la recuperación de los pueblos y del hábitat de sus pobladores y de la reflexión metafísica sobre el sentido de la vida, el amor y la asunción de la soledad y la muerte. Con José Antonio Llera preguntémonos: “¿Expone la novela tan solo la soledad universal de un hombre que odia al prójimo y que se autodestruye, la extinción irreversible del mundo rural?” Parece que la novela, de manera opuesta a como el escritor leonés hacía en Luna de lobos donde la guerra civil forma parte de su argumento, se ocupa subrepticiamente de una de las figuras representativas del bando de los derrotados en esa guerra, el resistente. La resistencia es la única arma de un vencido, y que en esta narración “muestra un personaje in articulo mortis contra un trauma que ha desintegrado su mundo interior y que se niega a olvidar. La extinción de la vida es tan inexorable como su capacidad para recordar sometimientos y negaciones cuyo responsable último es el poder político-económico, el que surge tras la guerra civil y se prolonga hasta esta última noche de principios de los setenta.” (José Antonio LLERA).

En La lluvia amarilla hay ecos y referencias explícitas a Hijos de la ira  de Damaso Alonso (el narrador se nos presenta como un “triste cadáver insepulto”), además de los mencionados a Antonio Gamoneda y a Enrique Satué. No obstante, nos gustaría cerrar esta entrada con otra referencia insoslayable, un fragmento del Pedro Páramo, de Juan Rulfo:

“Aquí en cambio no sentirás sino ese olor amarillo y acedo que parece destilar por todas partes. Y es que éste es un pueblo desdichado; untado todo de desdicha”.

Alma tierra, fotografía de José Manuel Navia

Os dejamos a vosotros, lectoras y lectores, que terminéis de descubrir todos los significados y referencias que tiene este color en la novela. Estaremos encantados de que lo compartáis con la comunidad 4L4C.

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