«Cierro los ojos y recito dentro de mi cabeza nombres de escritores de la Revolución Mexicana. Martín Luis Guzmán. José Rubén Romero. Le digo ajá de vez en cuando al celular. Respiro hondo. José Mancisidor. Mariano Azuela. Francisco L. Urquizo. No dejo de temblar. Me concentro en que la comezón disminuya, como si en verdad creyera en el poder de la mente sobre el cuerpo, como si no supiera que ese poder existe, pero solo al revés. Rafael F. Muñoz. Debería inscribirme al yoga. ¿Qué será de la F. de Rafael Muñoz? ¿Fernando? ¿Francisco? ¿Y la L. de Francisco Urquizo? ¿Luis?»
(No voy a pedirle a nadie que me crea)
Es curiosa como esta retahíla de nombres tiene un efecto apaciguador en el ánimo del personaje de Juan Pablo Villalobos tras una tensa conversación telefónica. En una novela tan literaria todas las referencias a libros, escritores, corrientes o movimientos juegan un papel importante, casi simbólico. Hay un subtexto que, además de ayudarnos a progresar en la ficción, permite al autor posicionarse teóricamente dentro de su gremio con continuas referencias a la literatura mexicana y latinoamericana: Facundo, el personaje argentino que comparte piso con Juan Pablo, tiene una ex esposa que lee con tal entusiasmo a Alejandra Pizarnik que incluso su hija de seis años, también llamada Alejandra, cita con regularidad versos de la escritora. Valentina no ahorra referencias cuando habla con el okupa italiano Jimmy: Pitol, Monsiváis, Monterroso, Ibargüengoitia.
La novela de Juan Pablo Villalobos parece situarse en una tradición literaria anterior, en la de la Revolución mexicana. Algunos críticos afirman que “surgiendo al mismo tiempo que la violencia de la Revolución mexicana se transformó y continuó en la del narcotráfico”. El tratamiento paródico de este género en el interior de la propia novela permite a Villalobos sustentar su postura, proteger su planteamiento y demostrar que tras de sí, por mucho que arriesgue, hay un profundo conocimiento de cuáles son sus orígenes y cómo han influido en su trabajo.
Además de la literatura de la Revolución, No voy a pedirle… dialoga con la literatura latinoamericana del realismo mágico. De algún modo, en ambos lados de la mesa lo que se pone en cuestión es la verosimilitud: “A pesar de que García Márquez solía estirar más de la cuenta el umbral de lo creíble, lograba asegurar la verosimilitud a través del tono de sus narradores y la reacción de sus personajes ya que unos y otros naturalizaban con gran espontaneidad los prodigios más increíbles. No voy a pedirle a nadie que me crea no incluye ningún prodigio pero pone a prueba la suspensión de incredulidad por parte del lector mediante la acumulación de situaciones improbables.” (Kristine Vanden Berghe, Université de Liège: “Auto, meta, narco, post, trans. El recetario (¿de los abuelos, para los nietos?) de Juan Pablo Villalobos en No voy a pedirle a nadie que me crea”).
Os dejamos aquí un pequeño vídeo que nos introduce sobre los matices y variantes del realismo en la literatura latinoamericana:
“Si alguien leyera estas páginas no me creería, diría lo contrario de la frase de Lacan, que la ficción usa la estructura de la verdad (especialmente en la literatura íntima). Pero como de todas maneras nadie las va a leer, no me importa que nadie crea que esto es un diario: no voy a pedirle a nadie que me crea” (No voy a pedirle a nadie que me crea).
Los propios personajes contribuyen en su anunciada poca credibilidad a que los acontecimientos, por disparatados y fantasiosos que parezcan, sean verosímiles, con lo que, de alguna manera, nos proporciona una visión retroactiva del realismo mágico.
Escuchemos para cerrar esta reflexión al mayor representante de este movimiento, el escritor colombiano Gabriel García Márquez:
Para cerrar el círculo de la rememoranza de la literatura latinoamericana citemos la literatura del boom con uno de sus mejores representantes, Julio Cortázar, quien en este fragmento de la maravillosa entrevista del programa “A fondo” de RTVE define con claridad el origen y las implicaciones de este movimiento en el vínculo cultural entre España y Latinoamérica .
Estamos ante una novela que logra aglutinar, en definitiva, “algunas de las tendencias, formas y temas dominantes en la literatura latinoamericana del pasado más reciente. Determinar cómo la novela evalúa estas tendencias depende de la lectura que se haga de ella y de los elementos que se privilegien”. (Kristine Vanden Berghe),
Y vosotros, ¿qué aspectos de la novela estáis privilegiando? ¿Qué es lo que más os está gustando?
“No quiero discutir otra vez por qué acepté una beca de la Fundación Katz para ir a estudiar en los Estados Unidos. La acepté y ya. No me importa que los Estados Unidos sean un país en donde existe la explotación del hombre por el hombre, ni tampoco que la Fundación Katz sea el ardid de un capitalista (Katz) para eludir impuestos. Solicité la beca, y cuando me la concedieron la acepté; y es más, Sarita también la solicitó y también la aceptó. ¿Y qué?”
(La ley de Herodes, de Jorge Ibargüengoitia)
Entre las tendencias literarias actuales no hay ninguna que triunfe y tenga más seguidores que la autoficción. Disfrazada de autobiografía, relato íntimo, memorias, diario, confesiones, o cualquier otro tipo de forma con la que queramos camuflarla, la autoficción es la apuesta segura de los escritores contemporáneos.
“A partir de los años 70 del pasado siglo se produjo una extraordinaria expansión de la literatura autobiográfica en todas las literaturas occidentales, desarrollo que casaba bien con los designios de una sociedad guiada por el predominio y el prestigio de lo individual.” (Manuel ALBERCA, El pacto ambiguo. De la novela autobiográfica a la autoficción).
A lo mejor, Ibargüengoitia, con el humor que le caracteriza y un posicionamiento literario como el que demuestra en La ley de Herodes, hubiera dicho que con esta tendencia nos “metieron el dedo. Dos dedos” o sea, que nos habían “doblegado ante el imperialismo” de la ficción “capitalista”. Resistir para el autor de Guanajuato era pensar en Sarita, personaje de este maravilloso relato, La ley de Herodes, donde se desvela su hazaña y su traición.
Por momentos parece que No voy a pedirle… rinda homenaje o dialogue con este cuento, sobre todo en el doble juego narrativo entre la primera persona del escritor Juan Pablo Villalobos intentando reflexionar sobre el humor en la novela latinoamericana y Vale(ntina), con su diario de resistencia. Por un lado, el autor sometiéndose al autoridículo, riéndose de sí mismo como parte del juego (su dermatitis, sus ronchas por todo el cuerpo, será la comidilla de todo aquel que pase por su vida a lo largo de la novela; su “este” -palabra que repite para todo- como dejadez no sólo en su forma de hablar sino también en su comportamiento); por otro, su novia, en esa labor de aguante, de oposición desde la propia autoficción, pero esta vez con una 3ª persona retratada en un diario: “Estoy segura de que no hay nada más falso que el hecho de que una persona que se ha pasado los últimos años estudiando diarios, memorias, autobiografías y todo tipo de escritura íntima se ponga a escribir un diario.” (No voy a pedirle a nadie que me crea).
El lector y la autoficción
En el trayecto que va de la biografía a la autoficción o, lo que es lo mismo, en el confuso camino que va de lo verdadero a lo verosímil se sitúa el lector:
“Esto pone a tambalear al lector para decidir cómo leer el texto que se le presenta, si como una ficción que no se corresponde con lo que existe en el mundo real o una autobiofrafía donde lo que se cuenta debe ser leído al pie de la letra, es decir, el pacto ficcional o el pacto autobiográfico.” (MUÑOZ ORTIZ, Antonio Miguel, Tesis «La autoficción como recurso para el humor en No voy a pedirle a nadie que me crea de Juan Pablo Villalobos»).
Teóricos como Cynthia Olguín Díaz, en una búsqueda por explicar el fenómeno y calmar la zozobra del lector, afirman que estamos ante un proceso de autoconocimiento del propio autor: “le permite a éste [al lector] concebir que si bien el texto que lee es autorreferencial, el relato de su vida [la del escritor] se articula mediante la autoficción, por lo que su intención ya no es simplemente representar al yo del escritor como sujeto real sino, sobre todo, como escritor y el modo en que reflexiona y cuestiona su identidad sobre la escritura. (Entre el diván y el espejo: la autonarración confesional y especular en El cuerpo que nací de Guadalupe Nettel y Canción de Tumba de Julián Herbert, 2018).
Aunque sólo sea para no naufragar en este tipo de textos, los expertos literarios afirman que lo importante es que se respete el pacto de lectura y que se distinga claramente que no estamos ante un relato en primera persona y sí ante un texto autobiográfico. En el caso del libro de Villalobos, podríamos asegurar siguiendo a diferentes críticos que estamos en el campo de la autoficción por la aparición de los siguientes elementos:
El objetivo de esta escritura autoficcional
“Villalobos emplea los mismos recursos formales que busca criticar para parodiar la formas en que este tipo de textos se construye y cómo han sido leídos.” (Tesis citada de Antonio Miguel Muñoz Ortiz).
El objetivo de Villalobos no es tanto que el lector problematice los alcances de la ficción o la metaficción sino que el humor sea el hilo transmisor y conductor de la novela en todos y cada uno de sus múltiples frentes: parodiando a profesores y críticos de la literatura (cuando Juan Pablo quiere cambiar de directora de tesis, ella le pregunta: “¿En quién has pensado para sustituirme?”, como si fuera la protagonista despechada de una ranchera); riéndose y caricaturizando la presencia de la violencia y del narcotráfico (hay una poderosa organización criminal mexicana que coacciona al escritor en su viaje a Cataluña para lavar dinero y que intente ligar con la hija lesbiana de un político catalán); ironizando sobre los tópicos de nacionalidad (“el chino”, “el pakistaní”, “el italiano”) o criticando y denunciando los nacionalismos rancios (sobre todo los mexicanos y los catalanes): “como la mayor parte de sus congéneres mexicanos, con respecto a su país Villalobos practica un humor bastante benevolente que, más bien que sugerir la crítica, termina una vez más por provocar la risa. Esta lectura concuerda con lo que el autor ha dicho en numerosas entrevistas, también y sobre todo respecto a Cataluña, insistiendo en que se siente catalán y que espera que sus compatriotas no tomen a mal que se burle de ellos.” («Auto, meta, narco, post, trans. El recetario (¿de los abuelos, para los nietos?) de Juan Pablo Villalobos en No voy a pedirle a nadie que me crea«, artículo de Kristine Vanden Berghe, Universidad de Liège).
Para concluir, podemos afirmar que en el caso de la novela de Villalobos, en contra de lo que diría Barthes, el autor no desaparece para que nazca el lector, sino que autor y lector dialogan a través del juego narrativo que plantea el primero. Sin embargo, este juego hay que tomárselo muy en serio:
“En la novela de Villalobos este recurso de autofiguración es una herramienta con la que pretende burlarse de la condición de escritor al mismo tiempo que parodia, mediante sus mismos recursos, un discurso que ha venido popularizándose de manera incansable desde hace ya varias décadas y que la crítica, al igual que muchos autores, comienzan a rechazar por su aparición constante y pocas variables.” (Tesis de Antonio Miguel Muñoz Ortiz).
En los cuatro primeros minutos de esta entrevista Villalobos reflexiona sobre la creación literaria:
“[…] asegurar enfáticamente que todo lo que voy a escribir es verdad. Todo. En plan Rousseau. La promesa de veracidad. El pacto autobiográfico. Como si alguien, de todas maneras, me fuera a creer. No voy a pedirle a nadie que me crea.” (del diario de Valentina en No voy a pedirle…)
Lectoras/es, ¿no es esto la ficción?
“Una broma que encubre algo muy serio.”
(Los detectives salvajes, Roberto Bolaño)
“Mi primo me llamó por teléfono y dijo: Te quiero presentar a mis socios. Quedamos de vernos el sábado a las cinco y media en plaza México, afuera de los cines. Llegué, eran tres, más mi primo. Todos con una pelusilla oscura encima de los labios (teníamos dieciséis, diecisiete años), la cara llena de espinillas que supuraban un líquido viscoso amarillento, cuatro narices enormes (cada quien la suya), hacían la prepa con los jesuitas. Nos estrechamos la mano. Me preguntan de dónde soy, dando por hecho que no soy de Guadalajara, quizá porque al estrecharles la mano levanté el dedo pulgar hacia el cielo. Digo que de Lagos, que viví ahí hasta los doce años. No saben dónde queda eso. Explico que en Los Altos, a tres horas en coche. Mi primo dice que de ahí es la familia de su papá y que su papá y el mío son hermanos. Ah, dicen. Somos güeros de Los Altos, especifica mi primo, como si fuéramos una subespecie de la raza mexicana, Güerus altensis, y sus socios se miran entre sí, unos a otros, con un brillito socarrón en sus miradas de clase media alta tapatía, o clase alta baja, o incluso aristocracia venida a menos.”
(No voy a pedirle a nadie que me crea, Juan Pablo Villalobos)
No hay nada más serio que el humor. Ya se dice en Los detectives salvajes que “el poema (de Tinajero) es una broma que encubre algo muy serio”. ¿Cuál es, entonces, el misterio? Con la misma ligereza con la que los muchachos de los detectives responden a esa misma pregunta, nosotros podríamos homenajear a Bolaño y confirmar que en No voy a pedirle a nadie que me crea “no hay misterio, Amadeo”.
En fin, en la novela sí que hay algo que se esconde. Es el propio Juan Pablo Villalobos, convertido en personaje: un escritor mexicano, homónimo, que se traslada de México a Barcelona para hacer un doctorado sobre los límites del humor en la literatura latinoamericana del siglo XX. Su tesina había versado sobre otro escritor mexicano, Jorge Ibargüengoitia, que, paradójicamente, se opone a la autoficción a través del humor. “Desde Jorge Ibargüengoitia no teníamos en México un narrador que manejara con esa destreza los mecanismos del humor, sobre todo del humor paródico. “ (Fernando GARCÍA RAMÍREZ, “El malvado realismo cínico”, Letras libres, 16 de febrero de 2017).
Seguro que ya estáis inmersos en los primeros capítulos del libro, en ese inicio a lo Pulp fiction que nos deja esa profunda reflexión sobre el humor, esa escena que no sé por qué recuerda a esta otra de la película de Tarantino:
“¿Y si yo soy el que cuenta el chiste?” (No voy a pedirle a nadie que me crea)
Pero que el lector no tema nada. No hay misterio. En esta pequeña entrevista, el autor nos adelanta qué vamos a encontrar en el libro y deja claro que no va a pedirle a nadie que se ría:
A pesar de todo reírse va a ser inevitable en esta lectura. Escribidnos porque este blog depende de vosotros, es decir, de quien cuente el chiste.
“Alexis Ravelo tenía una extraña manera de cazar a sus víctimas. Antes siquiera de verlo, uno oía su vozarrón, con o sin carcajada, aunque en realidad –palabras y risas eran ambas una misma cosa– y lo siguiente era ya el ataque letal. No sabías muy bien de dónde había salido aquella bestia, pero lo tenías ahí, encima tuyo a punto de dar rienda suelta a su llave favorita: el abrazo Ravelo.”
(“El abrazo de Ravelo”, de Carlos Zanón, en el periódico La Vanguardia, 31 de enero de 2023)
Este escritor calvo a régimen de cervezas y bocadillos de chopped -así le gustaba definirse- nos obsequió con un legado literario que transita desde el microrrelato al cuento, de los libros infantiles y juveniles a la novela negra, desde la novela más canalla y gamberra – los Monroy que recomienda Silvia- a la más histórica y documentada, dejando siempre patente esa capacidad de buen narrador que tan bien sabía transmitir en todas las ágoras en las que participaba. Además de su faceta como novelista, Ravelo ha colaborado en radio, televisión, prensa y publicidad e incluso ha creado letras para canciones. Todo un torbellino de actividad, desde la periferia Canaria (de sus múltiples ocupaciones e iniciativas en las Islas ya os hablamos en una entrada anterior del blog) hasta aquel confín del mundo en el que su imagen seguirá viva en los espejos.
Pero es sin duda en la novela negra donde ha obtenido los mayores reconocimientos, especialmente tras ganar en 2014 el premio Dashiell Hammett en la Semana Negra de Gijón por La estrategia del pequinés. Este cuentista de la calle, que nació y se crio en el humilde barrio de Escaleritas en Las Palmas de Gran Canaria, fue aprendiendo el oficio de escritor con las voces que se entremezclaban tras la barra de un bar, mientras servía copas como camarero:
“- Josué, ¿conoces a Alexis Ravelo?
– No, personalmente, pero él nos conoce a todos, del Cuasquías [nombre del bar en el que trabajó mucho tiempo y que fue un local de referencia en Las Palmas]. Y además, nos saluda. Si coincides con él, seguro que entre ronsito y ronsito vas a aprender de literatura y de cine más que si hubieras hecho un doctorado”.
Pero su formación fue más allá de la calle: “ Aunque dejó inacabados los estudios de Filosofía que comenzó en la UNED, se considera a sí mismo un hombre autodidacta, que ha aprendido de la vida y de sus avatares, y ha asistido a talleres de narrativa impartidos por Mario Merlino, Augusto Monterroso y Alfredo Bryce Echenique; podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que Alexis Ravelo posee un bagaje cultural digno de admirar”(Raquel Ortiz, entrada “Alexis Ravelo” para la Academia Canaria de las Lengua). Dejamos que Alexis nos cuente un poco cómo fueron aquellos años de aprendizaje mundano:
Fueron tiempos rodeado de influencias antes de crear y de edificar su propia guarida: “cuando es interrogado acerca de quién o qué considera influyente en su obra, no duda en nombrar y analizar las obras de autores como Friedrich Dürrenmatt, Jean-Pierre Manchete, Leonardo Sciascia, Juan Madrid, Francisco González Ledesma, Jorge Reverte o Kurt Vonnegut; entre los autores canarios, destaca la influencia de Pedro García Cabrera, Dolores Campos-Herrero, Benito Pérez Galdós o Agustín Espinosa, entre otros.” (Raquel Ortíz, art. cit.).
Los abrazos de Ravelo
[obras referenciadas, principalmente, en el artículo de Raquel Ortiz, ya mencionado]
1. En el apartado Relato:
Trazos interrumpidos/El día del esclavo/Sombras chinescas (1997)
Segundas personas (2000)
Ceremonias de interior (2006)
Algunos textículos (2007)
“En sus relatos, textos de distinta extensión (pero siempre breves), Alexis Ravelo busca el extrañamiento ante lo cotidiano, el entretenimiento, el juego, la incomodidad, la reflexión. […] Sin duda, pequeños textos que, como ya esboza el propio Alexis Ravelo en su blog Ceremonias, son <<pequeñas píldoras para leer rápido y pensar despacio>>”.
Fragmento de Ceremonias de interior
“Manuscrito hallado en un elevador”
En memoria de Augusto Monterroso
Amo los ascensores porque son un país de lo indefinido en medio de la previsible jornada. Porque suponen la indescifrable posibilidad de encontrarte con tu peor amigo, tu mejor enemigo, con el amor de tu vida, con el hombre destinado a ser tu verdugo. […]
2. Sobre las Novelas:
Tres funerales para Eladio Monroy (2006)
La noche de piedra (La iniquidad I, 2007)
Sólo los muertos [Eladio Monroy 2](2008)
Los días de mercurio (La iniquidad II, 2010)
Los tipos duros no leen poesía [Eladio Monroy 3] (2011)
Morir despacio [Eladio Monroy 4] (2012)
La estrategia del pequinés (2013)
La última tumba (2013)
El viento y la sangre (2013)
Las flores no sangran (2015)
La otra vida de Ned Blackbird(2016)
Los milagros prohibidos, 2017.
El peor de los tiempos [Eladio Monroy 5], 2017.
La ceguera del cangrejo, 2019.
Un tío con una bolsa en la cabeza, 2020.
Si no hubiera mañana [Eladio Monroy 6], 2021.
Los nombres prestados, 2022.
“Sobre la novela negra, género en el que sin duda destaca, Ravelo tiene las ideas muy claras: como escritor, considera que puede y debe escribir sobre lo que ocurre en la realidad, en el día a día del ciudadano de a pie. […] Lo más trascendental, sin embargo, con respecto a esto – y por supuesto base de la novela negra –, es la violencia que se genera a partir de esta política y de esta sociedad capitalista, una violencia que, para Ravelo, se refleja totalmente en el ser humano y sus pasiones.”
Algunos de sus escritores de cabecera en el género eran Raymond Chandler, Horace McCoy, James M. Cain, David Goodis y “el gran Jim Thompson”.
Fragmento de Tres funerales para Eladio Monroy
“Los camiones de la basura, las cubas municipales, los vehículos de desinfección, los taxis vacíos van dando paso a los turismos, a las guaguas, a los camiones de reparto, a los taxis ocupados.
La luz se derrama sobre los barrios altos (que aquí son los barrios bajos); sobre las instalaciones portuarias; sobre los bloques de viviendas con paredes de cartón; sobre los riscos nimbados de pequeñas casas que se amontonan en multicolor cascada; sobre el empedrado y los muros de piedra de las calles del barrio colombino; sobre las céntricas avenidas; sobre las playas desoladas que acogen a bañistas prematuros; sobre oficinas bancarias y sedes oficiales; sobre cuarteles y hospitales; sobre colegios y cocheras; sobre plazas diáfanas y sombríos callejones sin salida.”
3. Su literatura para jóvenes y niños
La princesa cautiva (2008)
Historia del bufón Alegre Contador (2008)
Los perros de agosto (2009)
La fuga (2009)
Las fauces de Amial (2010)
Las pruebas de Maguncia (2013)
Dácil, princesa de Taoro (2013)
Las ratas de noviembre (2015)
La cabra fortunata y Tomasito el ilustrado (2015)
Rompiendo límites
Su novela negra ha recibido múltiples premios por aquello que tuvo de revolucionaria, encontrando una voz propia en un género tan poblado que muchas veces se nos hace difícil encontrar lo auténtico.: “Debo reconocer que Tres funerales para Eladio Monroy fue para mí una obra revolucionaria. […] lo cierto es que descubrí en las páginas de esta novela que me encontraba ante un narrador impresionante, un escritor que tenía muy claros los fundamentos mínimos para consolidar un estilo propio, una marca muy personal que habría de servirle para que, con el tiempo y la sucesión de obras, se convirtiera en una categoría literaria por sí mismo.” (Victoriano Santana Sanjurjo, “Alexis Ravelo. Ante todo, buena gente”, en el blog Soltadas).
Pero además cultivo otros géneros negros, aquellos que como Los milagros prohibidos reconstruyen la historia desde el interior, desde las personas que la habitan, convirtiéndose en un cronista de otro siglo, probablemente, como su paisano Galdós, de un XIX con aires del XXI, porque Ravelo también tenía sus episodios, aquellos que le permitían reflexionar de los espacios y de la memoria, de la iniquidad. Antonio Becerra Bolaños y Nayra Pérez Hernández en su artículo “Espacios y memoria del mal: en torno a La iniquidad de Alexis Ravelo” dedicado a las novelas La noche de piedra y Los días del mercurio nos confiesan que “Ravelo recupera el carácter social y la dimensión filosófica de este tipo de textos a través de un interesantísimo tratamiento del espacio y de la reconstrucción de la memoria histórica.”
La última vez que coincidimos venía de triunfar -nuevamente- con Los nombres prestados, las librerías se llenaban con la reedición de Los días del mercurio y nosotros caminábamos hacia el 4L/4C con la mochila llena de milagros prohibidos. Allí nos quedamos, como dice Zanón, en un abrazo de Ravelo.
Si no los habéis probado, no os preocupéis, abrid sus libros porque como bien afirma Carlos Zanón: «Alexis Ravelo (Las Palmas, 1971) escribía mejor que abrazaba. Mucho mejor. Imagínense.”
“Bien cierto era que en los primeros días hubo quien apoyó a los fugados, proporcionándoles provisiones, ropa y cobijo. Pero la gente de uniforme se había encargado enseguida de escarmentar a los proveedores. Dadas las circunstancias, para que Agustín estuviese bien, sano y salvo, habría hecho falta un milagro. Y los fascistas habían prohibido los milagros”
(Los milagros prohibidos, p. 90)
Si bien la novela construye su trama en los días posteriores a la Semana Roja y se concentra en las peripecias y vicisitudes que sufrieron sus principales personajes, sobre todo en la huida de Agustín Santos y las circunstancias que llevaron al movimiento de los Alzados, tal y como se refiere en este artículo:
“El relato se centra en la fuga del protagonista por montañas y barrancos, intentando llegar a un lugar desde el que salir de la isla para poder luego rescatar a su esposa. Su huida, que se prolonga varios meses, es tan desesperada, y la posibilidad de escapar tan remota, que solo un milagro podría salvarlo, lo que motiva el título de la obra” (Ines Alicia Espinosa Charry, “La presencia del viaje del héroe en la novela ‘Los milagros prohibidos’ de Alexis Ravelo”)…
… el desencadenante de estos acontecimientos está en otro alzamiento, el del general Franco, y en las consecuencias que tuvo en la isla de la Palma. Así nos lo cuenta el autor en esta presentación del libro:
Bien es cierto, como muchos críticos afirman, que Los milagros prohibidos es una novela de personajes -de doña Florita al Sargento Vidal pasando por Agustín Yanes, Juan el Malhablao o Fernando el Polaco, entre muchos otros perfectamente caracterizados-, en la que Ravelo es capaz de construir con múltiples matices la forma de vivir y de pensar de ese momento histórico, pero en la que destacan tres protagonistas por encima del resto: Agustín Santos, el maestro comunista, progresista, emigrante granadino en la isla, que se ve obligado a huir y a constituirse en un héroe a la fuerza; Emilia Mederos, su esposa, una mujer perteneciente a la próspera burguesía palmera, una familia santacrucera de ideología liberal; y Floro, el Hurón, pretendiente de Emilia, falangista, con poca cultura, que se ve rechazado por culpa de otro hombre, en última instancia un rojo.
Es precisamente la tensión amorosa entre estos protagonistas la que convierte el relato en una maravillosa novela de aventuras, un relato épico – “que se manifiesta […] en muchas características técnicas y estilísticas […] héroes, enemigos, sanguinarios, una guerra de fondo, persecuciones, combates…” (Alicia Espinosa Charry, artículo citado)- que transcurre en un lugar adecuado, una isla:
“Siempre me ha parecido que la narrativa con islas como escenarios son propicias para relatos que proyectan huidas, supervivencia, tratos sociales, política… cuya limitación geográfica ha deparado varias de las páginas más apasionantes de la historia de la literatura. Desde Robinson Crusoe, La isla del tesoro, El señor de las moscas u otras islas como el barco de Moby Dick, o El Batavia, que combina ambos escenarios, o la isla de Utopía de Tomás Moro, paradigma del buen gobierno.” (Aldo García Arias, de la Librería Antonio Machado, de Madrid, «Los milagros prohibidos, de Alexis Ravelo, la novela que regalaría la librería Antonio Machado de Madrid«)
… y con un trasfondo histórico que propicia que el lector se vea atrapado desde las primeras páginas del libro en un ritmo frenético que nos vapulea emocional y moralmente y que, sobre todo, cuando abandonamos sus últimas líneas nos obliga a posicionarnos no sólo ideológica sino también emocionalmente. “Los milagros prohibidos muestra la miseria, el hambre, el rencor, la ira, el dolor, la desesperanza, y sí, también el amor. A lo largo de la lectura haces tuyos cada uno de los personajes, poniéndote en su piel e inevitablemente reflexionando sobre el momento que nos ha tocado vivir a nosotros.” (Marta Marne, “Los milagros prohibidos, de Alexis Ravelo”, Marta Marne, 6 de marzo de 2017)
El viaje del héroe
Hay un personaje que se va a convertir en el héroe de la novela, Agustín Santos, que se ve impelido a una búsqueda, a lograr un objetivo, una hazaña que desde el comienzo se nos presenta como difícil e inalcanzable.
Como afirma Alicia Espinosa Charry en su maravilloso artículo -que no sólo recomendamos, sino del que somos ampliamente deudores en nuestra lectura- el héroe atraviesa un proceso de transformación personal en el que el lector logra identificarse al reconocerlo en su vida anterior como un hombre normal: su juventud de estudiante en Granada, su labor como maestro de pueblo en Puntallana, su idílica vida con Emilia:
“se persigue suscitar nuestra identificación con el protagonista, resaltando su faceta plenamente humana y, por así decirlo, pre-heroica: un hombre culto y a la vez comprometido con los más desfavorecidos, buena persona, honrado ciudadano…”
Quedémonos en esta entrada con este honrado ciudadano, que en 2017 ofrecía esta maravillosa entrevista en Radio Euskadi en la que desentraña aquello que se esconde en Los milagros prohibidos.
Y, como siempre, atentos a vuestras lecturas y opiniones, esperamos vuestros comentarios para el blog.
Comentarios recientes / Son yapılan yorumlar