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Blog del Instituto Cervantes de Estambul

Biblioteca Álvaro Mutis

Madres

“Madre murió anoche,

madre, que nunca muere.

El invierno flotaba en el ambiente,

faltaban muchos meses

pero aun así flotaba en el ambiente. […]

(Louise GLÜCK, Noche fiel y virtuosa, traducción de Andrés Catalán, Visor Libros, 2021)

Carmen Isasi, Deshabitadas, 2020-21. Imagen cortesía de la artista

La novela de Karina Sainz Borgo habita en un territorio lleno de mujeres, “matriarcado total” dice la autora, en una denuncia consciente de la misoginia latente de la sociedad venezolana. Sin embargo, no queremos detenernos aquí en las referencias generales a lo femenino, sino adentrarnos en la figura de la madre o más bien deberíamos decir de las madres.

Ya desde la primera línea del libro aparece como protagonista involuntaria: “Enterramos a mi madre con sus cosas […]”. Es una heroína fallecida, sin presencia, casi shakespeareana, como el fantasma del padre de Hamlet, es como eso que tan bien se dice en la expresión “brillar por su ausencia”. Es una desaparición que hace brotar el relato, que desvela la verdad y que condiciona el transitar de la historia. Adelaida Falcón muere, pero Adelaida, la otra, la hija, vive. Vive en la pérdida de la madre, una madre que no es únicamente literal, sino, al mismo tiempo, metafórica. Es la patria perdida, una patria que la escritora no quiere nombrar: “siempre estaré escribiendo sobre Venezuela aunque nunca la nombre, porque realmente son las cosas que te duelen”. Un país innombrable y una época aparentemente acrónica, a pesar de que las referencias literales a Caracas y los hechos que allí suceden sean claramente documentables. Una búsqueda del reconocimiento en lo universal para manifestar el significado de la orfandad, la que se sufre cuando alguien debe abandonar su patria o cuando debemos despedirnos de nuestra madre muerta:

“Mirando aquel hueco de arcilla, pensé en una frase de Juan Gabriel Vásquez que leí en una de las galeradas que tuve que corregir unas semanas antes: <<Uno es del lugar donde están enterrados sus muertos>>.” (La hija de la española, p. 26).

Fotografía de Guillermo Mestre (Karina Sainz Borgo: «Era incapaz de entender tanta muerte en Venezuela» (heraldo.es))

El relato se mueve en esa búsqueda de lo que nos falta, de lo que hemos perdido, de esa identidad que nos hurtan, pero a la que, a la vez, no podemos renunciar. Y en un intento de universalizar la historia, Karina Sainz Borgo pretende confrontarnos a una visión de lo enajenado, de lo que nos ha sido arrebatado, equivalente al mismo suceso en diferentes tiempos y espacios: “el horror que se narra puede pertenecer a cualquier geografía en conflicto, y los seres humanos estamos hechos de lo mismo en todas partes donde se vea amenazada nuestra integridad.” (entrevista de Ainara Mantellini para Letra urbana : «La violencia, la mujer y la patria en La hija de la española » )

Ante los ojos de la protagonista se van sucediendo acontecimientos inhumanos, violaciones de los derechos más inalienables, expropiaciones, violencias, torturas, robos, saqueos, corrupción, … Y la autora se pregunta cómo se recupera alguien de esa experiencia. El recuerdo del suicido de Primo Levi tras haber sobrevivido al infierno de Auschwitz, tal y como Sainz Borgo ha manifestado en alguna entrevista, le lleva a reflexionar sobre su propio papel en la historia de su país.

Así, ante las angustias vividas por las manifestaciones de 2017 en Caracas, la autora venezolana hace consciente su vínculo indestructible con la historia de su patria: uno de sus primeros relatos habla de Enrique Bernardo Núñez, quien arrojó su novela La Galera de Tiberio al Hudson, aún a sabiendas de que era su mejor trabajo: “Y me dediqué a reconstruirlo, a buscarlo, hablé con los hijos, y finalmente la explicación que dan es que la novela estaba llena de erratas. ¿Qué te tiene que pasar para que no te puedas sobreponer de eso? Y que se convirtiera después en historiador.” . Y allí está el motor de su literatura, esa búsqueda de lo que hace de su nación un lugar que devora a todo aquel que quiere hacer algo, una encrucijada de violencia y belleza. Una madre que nos quiere, pero que nos abandona:

“Os he estado observando mucho tiempo,

puedo hablaros de la forma que me plazca…

Me he plegado a vuestros gustos, cuando miro con paciencia

las cosas que amáis, cuando hablo

tan solo con metáforas, y aludo

a detalles terrestres, tal y como preferís, […]”

(Louise GLÜCK, fragmento del poema “Mañana clara” incluido en El iris silvestre, traducción de Andrés Catalán, Visor Libros, 2021)

Carmen Isasi, Deshabitadas, 2020-21. Imagen cortesía de la artista

Como seguro que ya habéis avanzado en la lectura, sabréis que Adelaida Falcón no es la única madre importante en esta novela. Sí, hay otra madre redentora, salvadora, Julia, la española, la madre de Aurora Peralta, la hija de la española, quien a su vez se convierte en el salvoconducto de Adelaida. Esa madre también está ausente en el texto. Casa Peralta, el restaurante que regenta, es la casa del exiliado, de aquellos que en otro momento de la historia también se vieron obligados a emigrar para sobrevivir a un conflicto y que, como Adelaida, necesitaron reconstruir su historia. Así, Aurora, la hija de Julia actúa como vaso comunicante de la experiencia del desarraigo aportando sus cenizas, su cuerpo, su dinero y su identidad para que otra mujer, su vecina expulsada de su propia casa, pueda construir en ese país que Julia tuvo que abandonar muchos años antes su propia Casa Falcón.

“Cuando llegamos al cementerio, ya estaba abierto el hoyo con dos fosas. Una para ella, otra para mí.” (La hija de la española, p. 26).

Para finalizar esta entrada os dejamos una entrevista del periodista Moisés Naím con la autora. No os la perdáis porque nos da muchas pistas de lectura:

Sin duda, los comentarios que estáis haciendo a las diferentes entradas del blog están enriqueciendo las lecturas de todos. ¿Qué pensáis del papel de las madres en la novela? ¿Creéis que estamos ante una historia universal? Esperamos vuestras opiniones.

La luz entre piedras, trenes y cuchillos

“Si abrís las piedras negras

brota la luz.

Si abrís la luz, brotan cuchillos

negros.” (Antonio Colinas, Toledo)

Versos de Antonio Colinas para abrir un libro, para dar luz a una creación, la de Fuentes, la de Tusquets, los libros de cubiertas negras, como las piedras del relato, que al separarlas van mostrando universos que duelen, que sangran y que en su aparecer descubren las heridas y los cuchillos que las provocan.

Carmen Isasi, Levedad que se eleva, 2019, Primer Premio de la VIII Bienal Iberoamericana de Obra Gráfica «Ciudad de Cáceres», cortesía de la autora.

Muchos son los contextos que envuelven Piedras negras. En la anterior entrada del blog caminamos por el de los niños robados, ese limbo legal que alumbra la pesquisa de Cupido:

“Había una ley del siglo XIX que no se derogó hasta marzo de 2011 y que decía literalmente que un niño no sería considerado persona jurídica hasta que no llevase 24 horas completamente desprendido del vientre materno. Era terrible, porque si alguien robaba un niño en las primeras 24 horas, como no tenía condición jurídica, todavía no había delito.” (Entrevista de Fernando Díaz de Quijano a Eugenio Fuentes en El Cultural, 2019).

Y de esta impunidad, la negrura del tiempo, ese agujero que atravesaba todo el siglo XX para imponerse como relato: el que regía las leyes y la vida de los españoles -¡hasta el 2011!-, pero también el que comunica a Marta Medina Ortiz con Ricardo Cupido a través de ese viajero inopinado llamado Alejandro Garcilaso.

Es ese condicionante temporal el que hace que aparezcan otros contextos: 60 años después, el personaje de Si mañana muero cumple, desgraciadamente, esa hipótesis, y nos sitúa en el año 2004, un año en el que en España (y en el mundo, de manera comunicante) tuvieron lugar una serie de hechos que todavía hoy muestran sus restos.

Pásalo: un atentado, un bulo, y Zuckerberg todavía no estaba allí

El 11 de marzo de 2004 se produjo un atentado terrible en unos trenes en Madrid y murió mucha gente, casi 200 personas, y hubo miles de heridos. Fue reivindicado por Al Qaeda, que llevaba ya mucho tiempo instalada en España. Muchas agencias internacionales habían avisado de la posibilidad de que pudiera suceder algo parecido. En principio, se apuntaba a ETA, incluso con declaraciones por parte del gobierno. Podría haber sido así, pero no estaba muy claro…, así que, como había elecciones generales esa misma semana, el gobierno conservador quería disimular, ya que le venía muy bien que la responsabilidad fuera de ETA. Además, había habido muchas manifestaciones contra el apoyo de España a la guerra de Irak. El gobierno tenía miedo de que se relacionaran lo ocurrido con esa participación. En contra de la postura oficial muchos medios internacionales ya estaban informando sobre la realidad de los hechos.

Documental de EL PAÍS sobre el 11-M: «Fuimos a una guerra, y aquí nos estalló»

Probablemente, el nacimiento de las redes sociales como medio de información y movilización de los ciudadanos se produjo en España tras los atentados de Madrid. Según una nota de prensa en la que la UC3M [Universidad Carlos III de Madrid] informa de la publicación de un estudio, el 11-M generó en la ciudadanía «una duda acerca de lo que cuentan los medios de comunicación tradicionales».

Ante la «incongruencia» entre lo que contaban los medios españoles y los extranjeros con respecto a los atentados, y al «desconfiar de las versiones oficiales», la gente buscó en Internet «información alternativa» en medios no tradicionales, explica la investigadora [Eva Herrero, del departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la UC3M].

Herrero dice que la respuesta a esa inquietud se tradujo en «una convocatoria mediante SMS (mensajes de texto telefónicos) para pedir explicaciones a los políticos» y que a partir de entonces la ciudadanía generó «una agenda alternativa fuera de las redacciones».

La utilización de las redes sociales por la ciudadanía, según Herrero, generó la «capacidad» de «alterar las rutinas periodísticas» tradicionales hasta el punto de que, hoy por hoy, las redes sociales son una herramienta de trabajo habitual para el 90% de los periodistas.” (noticia de la agencia EFE, del 9 de marzo de 2015, publicada en eldiario.es)

Para cuando los atentados tuvieron lugar, Facebook acababa de nacer, pero su implantación fuera de Estados Unidos todavía no se había producido.

Un giro en la trama

Cupido se tumba en la cama de su hotel -p. 153 de la edición de Tusquets de Piedras negras-, ya ha descubierto el paradero del niño desaparecido y la práctica imposibilidad de demostrar los hechos sin que Garcilaso lo reconozca. Ha dejado a Marthe en la intimidad del encuentro con  Luis Medina y mientras tanto él rememora cómo vivió los atentados de Madrid mientras en la tele todavía se emiten programas “condolientes o conspiranoides”:

“Dos meses y medio antes, él estaba en Madrid buscando a una chica que había escapado de casa, y el 11 de marzo había asistido espantado a todo lo que ocurría […] En su oficio había visto a todo tipo de gente dañina, a hombres y mujeres que mataban por celos o venganza o despecho, o para ocultar sus secretos y debilidades, o para ampliar su poder, o por un dinero que no necesitaban, por dominar los circuitos del comprar y el vender; había conocido a hombres crueles y obtusos que apaleaban a mujeres mil veces más valiosas e inteligentes que ellos, y a hombres nobles destrozados por mujeres que no los merecían. Pero la devastación que entonces vio en las pantallas superaba toda su experiencia, casi la volvía banal…” (Piedras negras, pp. 153-154).

Un párrafo lleno de la oscuridad del detective, que acaba en esa rememoración del concepto de “banalidad del mal”, acuñado por la filósofa alemana Hannah Arendt en su libro Eichmann en Jerusalén, con motivo del juicio contra Adolf Eichmann por genocidio contra el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial. Fuentes remata “el mal tal vez fuera banal para los verdugos, pero nunca lo era para las víctimas”.

Y a la tristeza de las imágenes, Cupido une la frustración por el fracaso de la investigación: “Marthe había decidido no seguir adelante y él no era más que un detective privado.”

Pero el teléfono sueña y los caminos se amplían.

¿Qué os ha parecido este cambio en la historia? ¿Os lo esperabais? ¿Qué os parece cómo Fuentes es capaz de mantener la tensión del lector? ¿Cómo valoráis la capacidad del autor para introducir a sus personajes de manera natural en el trascurrir de los hechos históricos?

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